martes, 29 de septiembre de 2015

Huellas de los indios blancos en los Andes Centrales


 Una de las joyas del Señor de Sipán (Perú).


La iconografía prehispánica entrega irrefutables muestras de la existencia de un grupo étnica y culturalmente distinto a los conocidos indígenas. Se trata del grupo primigenio de los indios blancos, descendientes de los míticos Dioses Blancos o viracochas cuya existencia ha sido ignorada y marginada por la historiografía ortodoxa.

De hecho, es desde la irrupción de los peninsulares y la empresa comercial de 1492 y luego, con la “Extirpación de las Idolatrías”, que se buscó realmente la destrucción de las huellas de los Dioses Blancos y su magnífica civilización astral. De este modo, en cada uno de los rincones del vasto continente americano, los emisarios y agentes de la religión monoteísta de Medio Oriente, amparados bajo diversos subterfugios, destruyeron los vestigios de estos hombres-dioses que cimentaron una extensa civilización a escala continental –el Imperio General, entre cuyos vestigios se reconocen los símbolos solares como la sagrada cruz gamada y el Árbol de la Vida; el culto a los antepasados; los monumentos megalítico-astronómicos y las estructuras piramidales.

La Dama de la Máscara, momia wari de ojos azules, descubierta en la huaca Pucllana, en Lima, Perú.

Máscara mortuoria de la cultura wari (Perú) que describe a un individuo de ojos azules.



Los testimonios registrados por los cronistas son ilustrativos. Así, por ejemplo, Pedro Cieza de León indicó en la Crónica del Perú (1551) que en la isla de Titicaca en los siglos pasados hubo unas gentes barbadas blancas como nosotros; y que saliendo del valle de Coquimbo, un capitán, que había por nombre Cari, llegó donde ahora es Chuquito [Tiahuanaco], de donde después de haber hecho algunas nuevas poblaciones pasó con su gente a la isla y dio tal guerra a esta gente que digo que los mató a todos.

Y más abajo, indica en relación a los templos-monumentos de Viñaque: El mayor río de ellos tiene por nombre Viñaque, adonde están unos grandes y muy antiquísimos edificios, que cierto según están gastados y arruinados debe haber pasado por ellos muchas edades. Preguntando a los indios comarcanos quién hizo aquella antigualla, responden que otras gentes barbadas y blancas como nosotros, los cuales muchos tiempos antes que los Incas reinasen, dicen que vinieron a estas partes e hicieron allí su morada. Y de esto y de otros edificios antiguos que hay en este reino me parece, que no son la traza de ellos como los que los Incas hicieron o mandaron hacer. Porque este edificio era cuadrado y los de los Incas largos y angostos. Y también hay fama que se hallaron ciertas letras en una losa de este edificio. Lo cual ni lo afirmo, ni dejo de tener para mí que en los tiempos pasados hubiese llegado aquí alguna gente de tal juicio y razón, que hiciese estas cosas y otras que no vemos.

 Máscara de la cultura chancay (Perú) que posee ojos azules.

El Señor de Ucupe, cuya tumba fue descubierta en la base de la huaca El Pueblo, en el Distrito de Lagunas (Chiclayo), una pirámide escalonada de ladrillos de barro, situada a unos 750 kilómetros al norte de Lima (Perú). Posee ojos de color verde.


Cieza de León sintetiza que lo cierto es que, en muchas regiones, la tradición conservaba el recuerdo de hombres blancos y barbados que habían precedido a las poblaciones actuales, especialmente en Perú, en la región de Guamanga y en las islas del Titicaca.

Estos hombres blancos y barbados que habían precedido a las poblaciones actuales, es decir, a los indígenas, fueron los descendientes de los Dioses Blancos.

Como se ha señalado al inicio, la iconografía del arte prehispánico –en este caso, de los Andes Centrales–, otorga categóricos ejemplos de este grupo, los verdaderos aborígenes de América.

Rafael Videla Eissmann
29 de Septiembre de 2015


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